domingo, 31 de octubre de 2010

Una comunidad vive cuando vive Jesús, convence y llena cuando es de Jesús.

Ayer, en la comunidad cristiana, tuvimos una bonita celebración del día del Señor. No estaban ninguno de los sacerdotes habituales y aún así decidimos todos de mutuo acuerdo celebrar juntos la fe en comunidad. Como cada sábado hubo mucha participación: en el comentario de la Palabra, en las peticiones, las canciones y la acción de gracias. Un hermano de los mayores dio gracias a Dios porque, con cura o sin él, la comunidad podía compartir la fe y celebrar el día del Señor.

En su signo de madurez cristiana descubrir que la Comunidad tiene el derecho y la posibilidad de celebrar que Jesús vive y se hace presente, resucitado, cada vez que dos o más se reúnen en su nombre.

La pena de todo esto es que, sin cura, la celebración dominical tenga que ser una eucaristía descafeinada. Es la comunidad la que celebra la eucaristía pero la organización eclesial le ha secuestrado este derecho y la ha hecho dependiente de un ministerio en cuya elección no le permite participar.

El clericallismo, más presente a veces en los laicos que en los mismos sacerdotes, es una excrecencia del carisma de comunión y de animación, que deforma incluso ese mismo carisma(*). Superar el dualismo clérigos-laicos y vivir plenamente la ministerialidad de la iglesia es un horizonte que desearía poder vislumbrar, pero mucho me temo que seguirá siendo un sueño inalcanzable.

(*) PATXI-LOIDI CONSTRUIR LA COMUNIDAD Cuadernos FE Y JUSTICIA 10 Ediciones EGA. Bilbao-1987