jueves, 28 de abril de 2011

Curas casados: historias de fe y ternura


Acabo de comprar un libro, editado por el MOCEOP (Movimiento Pro Celibato Opcional) que se titula como esta entrada del blog: Curas casados: historias de fe y ternura y contiene la recopilación de diversos testimonios de vida de curas casados.

Copio algunas líneas del prólogo para acercaros al contenido de este precioso libro:

Nace de la voluntad de dar a conocer la realidad de unas personas que dieron un vuelco a su vida y superando dificultades lograron vivir con normalidad en medio de un mundo cambiante y una iglesia jerárquica prepotente. 

Estos relatos son fruto de sueños realizados y no narraciones de "batallas anticlericales". Son retazos, como señala el subtítulo, de vida, de fe, de ternura, de humanidad, de libertad y de terca esperanza, que jalonan el camino.

El libro se culmina con un sabroso epílogo escrito por el teólogo José María Castillo.

Es éste un buen instrumento para dar a conocer a los cristianos la realidad de tantas personas, muchas veces muy cercanas a ellos, que vivimos nuestra nueva situación de curas casados entre la indiferencia, la incompresión o el rechazo, con una gran dosis de desconocimiento aderezado con una buena colección de tópicos.

Os lo recomiendo vivamente y si no tenéis ganas de leerlo podéis pasaros de vez en cuando por la web del MOCEOP donde podréis encontrar otro rostro de esta nuestra plural y complicada Iglesia.

miércoles, 27 de abril de 2011

Si hay silencio no quiero ser yo quien lo provoque


Una amiga -de las pocas personas que se acercan a este blog- me pregunta mucho por qué no escribo nada últimamente. Siempre le contesto que cada cosa tiene su momento y que ahora estoy en tiempo de barbecho. Pero la verdad es que me siento cada vez más un bicho raro, a quien la gente -incluso la más cercana- rehuye con amables silencios. Percibo con tristeza que no es bienvenida la crítica, la sana dialéctica de la que tanto se aprende, sobre todo, cuando lo que se debate es la propia vida, la propia experiencia.

Se nos llena la boca -y a mí el primero- de elocuentes palabras, de hermosas teorías, de grandes deseos, que nos satisfacen al instante pero que como vienen se van. Mientras tanto, la vida, nuestra vida sigue el mismo ritmo rutinario, cansado e inapetente de la vida de otros. Cerramos un tema y abrimos otro.

Ya no sé si es miedo, o vergüenza, o desinterés, o apatía. No lo sé, porque nadie me lo dice. Y yo me voy contagiando de lo mismo (¿quid pro quo?). Con el tiempo he ido arriesgando cada vez más en la comunicación, abriendo mi corazón hasta límites extremos porque he tenido interlocutores que se han interesado en mi vida como yo en la de ellos. Y así hemos crecido y compartido mucho. Ahora estoy abatido, cansado, dolido.

Por esto no quiero escribir, no quiero lanzar palabras al viento, no quiero opinar. Si hay silencio no quiero ser yo quien lo provoque.

Mientras tanto, en el silencio, busco la forma de cambiar la situación. No soy de los que esperan a que las cosas se le den hechas. Pero no quiero herir a nadie, no quiero ser entrometido.

Por eso espero una señal.