martes, 19 de junio de 2012

La tentación del poder omnímodo

Conforme pasa el tiempo compruebo que invade nuestros espacios una especie de atracción irrefrenable hacia el poder omnímodo. Desde el individualismo radical que no admite de los demás "ni un soplo en la oreja" hasta las cúpulas de las grandes organizaciones pasando por los pequeños equipos que hacen trabajos de coordinación o dirección.


Y, ¿dónde veo esto? Sobre todo en el ansia de controlar la información y dosificarla según criterios o intereses particulares. En un mundo de adultos no deberíamos tener miedo a que la información fluya de manera natural y que lo haga en los dos sentidos, porque no hay nada que corrompa más al que ejerce el poder o la autoridad que la negativa a escuchar a quienes coordina o gobierna. 


Es verdad que preocuparse de agilizar el flujo de información hace más complicado el ejercicio de la autoridad, pero no cabe duda de que lo hace más creíble y más eficaz.


Por eso estoy en contra de:


- la disciplina de partido.
- la comunión entendida como obediencia ciega y acrítica.
- el amiguismo, como grupo privilegiado a quien informo y a quien únicamente escucho.
- las dinámicas de los responsables que, en orden a la eficacia, niegan la participación de todos los implicados en las tareas y planifican, ordenan y mandan sin más contraste que el suyo propio.
- la acepción de personas que, por miedo a lo que puedan decir o "criticar" o por aversión personal (no soporto a fulano) provoca marginación o segregación en el grupo. Y esto está muy cerca del "poder dictatorial" que tantas veces criticamos en la política pero que no vemos de puertas para adentro.
- los prejuicios, que nos impiden acercarnos de manera objetiva a la realidad.


Nunca hemos tenido la cantidad de medios que tenemos hoy para que el ejercicio de la autoridad pueda contar con la participación activa de quienes gobierna o coordina. El problema lo tenemos, como siempre, en las actitudes personales de quienes no creen, no confían, tienen miedo a la palabra de los otros; de quienes tienen miedo a equivocarse y que los demás se lo digan; de quienes se suben al taburete y desde él controlan y gobiernan a quienes están por debajo; de quienes se han auto-elevado tanto que han perdido todo contacto con la realidad.