martes, 16 de octubre de 2012

Amor a prueba de todo

Desde los 18 años he compartido mi vida con muchas personas, en casas distintas, en ciudades diferentes, en grupos heterogéneos en edad y mentalidad. He crecido con ellas y cada una de ellas ha dejado su impronta en mí. Puedo decir con orgullo que son piezas indispensables en mi historia personal.

Hemos trabajado juntos, hemos soñado y arañado utopías inalcanzables. Unos y otros nos hemos alegrado de los éxitos de los demás. Juntos hemos sufrido y llorado en los momentos de fracaso y limitación.

Hemos jugado y nos hemos divertido sin tener en cuenta las diferencias de edad. Los más jóvenes hemos aprendido lo de los mayores y viceversa. No nos ha distanciado lo antiguo de unos ni lo moderno de otros.

Hemos rezado juntos y nos hemos contado sin reparo alguno nuestra experiencia de fe, nuestras dudas y nuestras certezas. Y nos hemos perdonado siempre. Nos hemos perdonado todo y hemos sabido reencontrarnos  de nuevo con cariño y sin rencor.

Porque lo que nos ha mantenido unidos no ha sido la ideología, ni los intereses personales, ni las preferencias particulares. Ha sido el amor el protagonista de nuestra historia. Un amor a prueba de todo y de todos. Un amor que permanece en la distancia. Un amor parco en manifestaciones externas pero que se ha ido haciendo fuerte en nuestro corazón.

¡Cuánto echo de menos todo esto! Pero... ¡que me quiten lo bailao!