martes, 21 de septiembre de 2010

48 inviernos y una eterna primavera

Naciste en pleno invierno, en la mejor noche del año, y así quedó reflejado en tu nombre. Y viviste muchas primaveras, bonitas, hermosas, llenas de luz. Y tanto te empapaste de ellas que por donde ibas dejabas un rastro de buen humor y de alegría.

Pero sin darte cuenta te hibernaste, tu vida se quedó estancada en el frío y gris invierno. Te quedaste solo. En el invierno no florece el amor, se hielan los sentimientos, nada crece. Es como si sólo existiera tu vida pasada; y es lógico. Querías salir del crudo invierno y volver a vivir la primavera, pero sólo la buscabas en tus recuerdos y no te diste cuenta de que las primaveras tienen que ser siempre nuevas, renovadas, limpias.

Y el frío invernal cada vez hacía más mella en ti. Te devoraba a dentelladas crueles. Te quedaron pocos amigos y tu familia. Pero también tuviste manadas de lobos girando a tu alrededor, amenazándote, exprimiendo lo poco de vida que te quedaba.

Y así, solo y deshecho, harto ya de tanto hibernar, te marchaste para vivir en paz, en la eterna primavera, libre por fin de un cuerpo que te martirizó hasta el extremo.

El día de tu marcha reuniste a mucha gente: tu familia a quien tanto querías y a algunos amigos que se enteraron de tu partida; también acudieron algunos de esos que decían quererte pero que no te soportaban. Y también tu hijo. Con él diste el último paseo; él te llevó en sus brazos, estremecido, abrazándote fuerte, como hiciste tú con él los primeros años de su vida; y dolorido te dejó partir, sin querer hacerlo, pero obligado por la vida, una vida que a partir de ahora tendrá que enfrentar con libertad y fortaleza. Él defenderá como nadie la memoria de su padre de maledicencias y manipulaciones. Te disfrutó poco pero, por cómo te abrazaba, sé que te quería mucho y sabía que él había sido tu gran amor. En un momento comprendió lo que en todos los años anteriores le provocó tantos sentimientos contradictorios.

48 inviernos han sido pocos, hermano. Te recordaremos siempre en tus mejores primaveras. Y así lo harán quienes te quisieron de verdad. Los lobos siguen tu rastro, hambrientos de carroña. No te preocupes, tu familia cuidará de tu recuerdo y de tus cosas.

Y ahora, descansa, vive en paz, en los brazos del Amor que nunca falla.

6 comentarios:

  1. Ricardo siempre supe de tú sensibilidad.
    Tu amigo seguro que si lo hubiera leido se hubiera emocionado.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, María José. Aunque no era mi amigo sino mi hermano (el que iba detrás de mí). También estudió en el Manjón. Lo enterramos el domingo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por invitarme a entrar... la historia me toca de cerca, desde que lo he leído me estoy planteando si yo fui lobo... en mi caso era la única manera de comprenderlo.

    ResponderEliminar
  4. Hoy casualmente me lo han dicho, sin certeza. He llegado a casa y rastreando en internet me he encontrado éste blog..y el llanto y el dolor..inevitables. Fuimos compañeros de clase y hasta de banca (1,2 y 3 de BUP), dos a dos..ya faltan dos, Vicente y Angel. Lo siento, lo siento en el alma. Mi fe es débil si es que existe, y me cuesta aceptar, no su muerte, sino el sufrimiento que le tocó vivir, siendo tan tierno y bondadoso. Haré por recordarlo como tu dices "en sus mejores primaveras", con su gabardina y su caminar peculiar..con su "pícara sonrisa".
    De veras creo que fue y es un ser especial. Todo mi afecto para tí y para todos los que le quisimos. Carmela.

    ResponderEliminar
  5. Hace tiempo leí esta entrada pero entonces no supe qué ponerte que te pudiera servir o consolar. Siento decirte que hoy tampoco tengo esas palabras de consuelo, pero sí quería que supieras que esta tarde preparando un poema para trabajarlo mañana en el cole me acordé mucho de ti y de tus palabras para tu hermano. Lo conocerás de sobra y por desgracia el sentimiento también:

    Temprano levantó la muerte el vuelo,
    temprano madrugó la madrugada,
    temprano estás rodando por el suelo.

    No perdono a la muerte enamorada,
    no perdono a la vida desatenta,
    no perdono a la tierra ni a la nada.


    Ánimo y un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar

Puedes continuar mi reflexión escribiendo tus comentarios y opiniones.